Figura histórica de la comunidad Gitana, Raymond Gurême es el último sobreviviente de la comunidad prisionera en el campamento de Linas-Montlhéry durante la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivió a los campos de concentración en Francia y luego en Alemania durante el Régimen Imperial Nazi.
Era un adolescente cuando su familia, que trabajaba en un circo y un cine ambulante, fue capturada y trasladada a Linas-Montlhéry tan pronto como el campamento abrió el 27 de noviembre de 1940. Escapó por primera vez, con su hermano, en julio de 1941. Raymond Gurême huyó dos veces de su cautiverio. Fue encontrado en un reformatorio para menores, ubicado en el hospital Angers. Desde allí desviaba, a favor de la Resistencia, un camión de suministros; lo que le costó ser deportado a un campo de trabajos forzados en Alemania, cerca de Frankfurt. Se volvió a escapar gracias al conductor francés de un tren de carga que entregaba grano a Alemania. De vuelta en Francia, Raymond Gurême se unió a las filas de la Resistencia.
Tenía diecinueve años durante la Liberación de París. Regresó con sus padres en 1952, en Bélgica, después de once años sin noticias de ellos.
Tal y como nos enseñaste querido Raymond, vivir es amar y amar es resistir.
Tomaremos tu relevo. Descansa en Paz.

El siguiente discurso fue pronunciado por Raymond Gureme en el «Dik i na Bistar» (la Iniciativa para la Conmemoración del Genocidio Gitano), el 2 de agosto de 2016, en el lugar del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.

Tengo 91 años. Viví los primeros 15 años de mi vida en nuestro circo familiar. Fui payaso, acróbata y proyeccionista de cine. Una mañana de octubre de 1940, dos agentes de policía franceses se llevaron a rastras a mi padre, su familia, su circo y su negocio cinematográfico.

Nos pusieron en un campo de concentración cerca de Rouen, en Darnétal, durante dos meses. Más tarde, utilizaron vagones de ganado para transportarnos a otro campo, en Linas-Monthléry, en el sur de París. Frío, hambre, enfermedad, muerte, todo el que haya pasado por un campo, sabe cómo eran.

Me escapé. Con el consentimiento de mis padres. Y no pude verles de nuevo hasta por lo menos una docena de años más tarde, en Bélgica. Pasaron a través de los campos de Mulesane y Montreuil-Belay. Me escapé de todos los lugares en los que me encerraron. Seis veces durante esta guerra: del campo de Linas, de los campos a los que fui deportado en Alemania, de un centro de detención juvenil en Angers… Escapar para ser libre a cualquier precio era mi forma de resistencia.

En mi huida durante la ocupación entré en contacto en varias ocasiones durante mi vida con la Resistencia. En primer lugar, en Angers, donde conocí a un miembro de la Resistencia hospitalizado que me contó su misión de robar un camión lleno de alimentos destinados a las SS y entregarlo a la Resistencia. Detenido, fui deportado como terrorista a una prisión alemana en Troyes y luego a dos campos de trabajo disciplinarios cerca de Frankfurt. Fueron los trabajadores ferroviarios que estaban trabajando para la Resistencia los que me ayudaron a escapar de Alemania, oculto en el compartimento del carbón de una máquina de vapor.

Mi deber era unirme a la Resistencia para continuar la lucha. Me codeé con la muerte en muchas ocasiones. Sabía que mi nombre estaba en la lista de aquellos cuyas vidas acabaron en Auschwitz.

Hoy vivo al lado del campo de Linas-Monthléry. Lo veo cada mañana. Mi testimonio es para los jóvenes.

No dejéis vuestro futuro en manos de los locos.

Debéis resistir. Debéis resistir a la discriminación, al racismo, a los desalojos violentos de los que gitanos y travellers son víctimas en toda Europa.

Nosotros, los viejos, hemos encendido la llama. Ahora, os corresponde a vosotros los jóvenes el alimentarla, hacerla grande para que seamos más fuertes. ¡Levantáos, jóvenes! Siempre de pie, nunca de rodillas!